29 de noviembre de 2016

69 años de conflicto israelí-palestino


Justo un día como hoy, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas (O.N.U.) decide dividir Palestina en dos Estados; uno árabe y otro judío. 

La ambigüedad y problemática entre ambos Estados, el palestino (que no necesariamente árabe, aunque minoría, hay palestinos cristianos, que tampoco judíos) y el judío ha vertido ríos de tinta. Pero me gustaría, esta vez, no partir del '47, ni del '48 con la declaración de independencia de Israel, sino contextualizar y averiguar como se llega a la resolución tomada por la O.N.U en ese 29 de noviembre de 1947. 

En esa fecha, Palestina está bajo el Mandato Británico en Palestina. Desde el 1917, durante la I Guerra Mundial hasta el 1948 el Reino Unido es el encargado de la gestión territorial en la zona, englobando los territorios actuales Palestinos, Israel y Jordania. La decisión de la O.N.U. de 1947 obedece a la expiración del Mandato y la consiguiente desvinculación del Reino Unido de la gestión administrativa de la zona.

En el contexto de la I Guerra Mundial, el Reino Unido y la III República de Francia firman unos acuerdos secretos (Acuerdo Sykes-Picot) definiendo y repartiendo los territorios del próximo oriente. Estos territorios serían arrebatados al Imperio otomano, y para ello, la Triple Entente (Reino Unido, Francia, Rusia) decide promover y apoyar revueltas y rebeliones árabes contra el Imperio otomano. Es conocido en este episodio la figura de Lawrence de Arabia, cuyo papel fue precisamente ese, de enlace entre el Reino unido y los rebeldes árabes para derrocar desde dentro el Imperio. También la correspondencia entre McMahon (un alto comisario británico en El Cairo) y Husayn ibn Ali (Jerife de la Meca). A cambio, el Reino Unido reconocía un gran Estado Árabe aceptando las fronteras y límites propuestos por el Jerife de la Meca. El problema viene el noviembre del 1917, con la Declaración Balfour, incorporada posteriormente al Tratado de Sevrès (1920), donde el gobierno británico acepta y apoya la creación de un "hogar" judío en Palestina. En dicho tratado, se estipulaba la partición del Imperio otomano en base a los acuerdos secretos alcanzados por las partes aliadas (así, en el mismo Tratado, se aúnan las promesas hechas al Jerife Husayn de la creación de un Estado árabe como el reconocimiento y apoyo de la creación de una patria judía en Palestina). El problema fue que estado firmado, nunca fue ratificado por las partes. Caído el Imperio otomano y debido a la repartición, Grecia ocupó Esmirna y parte occidental de Anatolia. Un fuerte sentimiento nacionalista liderado por Mustafa Kemal comienza lo que sería la Guerra de independencia turca (1919-1923), intentando recuperar la unidad de Anatolia ante el "expolio Griego" en la costa del Egeo (a consecuencia del Tratado de Sevrès) y la creación de un Estado armenio independiente y la autonomía del kurdistán. Tras la lucha de ambiciones entre los aliados por hacerse con los territorios en la zona del próximo oriente  y el estallo de la Guerra de independencia Turca, deja los acuerdos del Tratado de Sevrès  en papel mojado, y no es hasta el 1923, con la firma del Tratado de Lausana cuando se establece la partición definitiva del antiguo Imperio otomano. 

Durante el periodo entreguerras, la inestabilidad en Europa, la crisis económica de los años 30, la Alemania nazi y el afecto llamada de la Declaración Balfour provoca una creciente migración de judíos a Palestina (también a EEUU), así como la creación de la Agencia Nacional Judía. El movimiento sionista cobra una fuerza mayor, real y activa en la zona. Grupos terroristas judíos presionan en la zona de oriente próximo a las autoridades británicas, mientras a nivel institucional el movimiento sionista exige la partición de Palestina y la creación de un Estado judío, la vieja aspiración sionista de Theodor Herlz "un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo". Esto desencadena en el famoso Sábado Negro (1946) donde las autoridades británicas del Mandato llegan a detener unas 2700 personas, miembros algunos de ellos de grupos paramilitares y terroristas "de liberación del Estado judío", y otros eran miembros de la Agencia Nacional Judía. Con el vacío de poder generado por las detenciones provoca que la sionista Golda Meir se haga cargo del Departamento de Estado dentro de la Agencia Judía. Su excelente inglés la lleva a ser la mano derecha de Ben-Gurión y principal activo en las negociaciones con las autoridades británicas. El desborde y la incapacidad de gestionar el terrorismo paramilitar sionista, junto con la retirada de Gran Bretaña de la zona, provoca que el 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas divide Palestina en dos Estados; uno árabe y otro judío. En 1948 David Ben-Gurión leyó la declaración de independencia del Estado de Israel, el rechazo del mundo árabe al nuevo contexto político provocó que siete Estados árabes (Arabia Saudí, Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Siria, Yemen) atacaran a Israel. 

Este nuevo Estado de Israel no fue solo un proyecto nacional, sino también moral e incluso histórico, aglutinando de nuevo a los judíos en "su patria" después de la diáspora. Quizá el inconveniente, es que esa tierra, al contrario de lo que predicaba Herlz no estaba vacía ni desocupada. 
En la declaración de independencia leída por David Ben-Gurión decía "El Estado de Israel asegurará la más completa igualdad social y política a todos sus habitantes sin distinción de religión, raza o sexo". Huelga decir que eso desgraciadamente no se ha llevado a cabo. Jamás se respetó durante estos años esta premisa. Los asentamientos de Israel, que se han ido expandiendo de forma colonialista a través de los años (como se aprecia en la foto/mapa de este artículo) han supuesto un flujo migratorio palestino, una diáspora árabe (aunque una minoría palestina es cristiana), obligados a irse a otras zonas como Siria, Jordania, Irak o Irán (o decidir viviendo de forma marginada y como ciudadanos de segunda en lo que un día fue su casa). Además, de forma derivada han surgido otros problemas, pues la mayoría árabe palestina son de la facción suní, mientras que otras facciones árabes más integristas en la zona son chiíes. La convivencia entre ellos tampoco ha sido fácil ni llevadera, puesto que están enfrentados en muchos casos. Así pues, Israel con su actitud desde el '48, ha ido provocando estos flujos de migración (vivimos en el momento histórico con más desplazados por conflictos que existe, "sin haber guerras" de forma explícita) ocupando unos terrenos que no eran suyos, y potenciando tensiones entre diferentes grupos árabes entre sí (como ya sucediera con otro problema derivado de la I Guerra Mundial, y todavía vigente en la actualidad, el kurdistán, sobretodo en su vertiente turca). 

30 de octubre de 2014

Historias de uno y una V

El verano había sido seco. Como acostumbraba a suceder los últimos años.
Paseaban por la vereda. Junto un río mínimo, por el cual bajaba un tímido rastro de agua, como negándose a desaparecer y dejar yermas tan preciadas tierras.
El verano había sido frío... sí, sin calor -ni color-, desangelado. Sin sol. Bueno, con sol, pero no para ella.
El verano había sido oscuro. Con mucha noche y poco día. Con muchas estrellas y poco sol. Y a pesar de ello, ni tan siquiera llegó él a prometer la luna. Se tuvo que conformar con admirarla de lejos aquella noche fugaz.
El verano había sido largo, contenido, extraño, desconcertante... el verano había sido.

Pero había llegado el otoño. ¿Quién apostaba por el otoño? La primavera tardía había llegado para salvarlos y reunirlos. Ya paseaban juntos contemplando el río mínimo, estragos del verano, con sabor a esperanza y augurio de bonanza, las lluvias otoñales aumentarían su caudal. Pero, por el momento, el cálido sol de medio día ya los calentaba. La brisa agitaba las hojas de color verde perenne, y las rojizas y anaranjadas caducas se preparaban para mudar, mientras el amarillo pasto se movía sensual imitando el bello erizado de unos enamorados. Y por fin el cielo... el cielo era azul, el color de los mejores príncipes, y en él brillaba el sol, su sol.

De esa forma intensa, madura, llena de serenidad y contrastes paseaban juntos cogidos de la mano aquella jornada otoñal. La primavera iba a llegar. Llegaría. Pero aquel amor otoñal significaba mucho. El pueril verano había madurado como si de la uva se hubiera tratado. Y allí al borde de un camino, junto al río, abrazados contemplando tranquila, relajada e intensamente el sol madurando un membrillo, quedaría en su memoria grabado el retrato perfecto y real del amor verdadero, parafraseando inconsciente y mentalmente aquel impulso descrito por André Bazin sobre la necesidad original de superar el tiempo mediante la perennidad de la forma (para mayor envidia de Víctor Erice y Antonio López).
En esa tarde otoñal se pintó el mejor lienzo y se grabó la mejor secuencia de amor de la historia. De su historia. Y para la historia quedará y en sus mentes y corazones permanecerá.

28 de julio de 2014

Historia del oxímoron

Clara noche de verano. El sonido mudo de una música ahogada llenaba con estridencia una habitación vacía. Afuera, en el oscuro cielo, las estrellas, que brillaban dentro de él. Y adentro, él. Contemplando y escuchando la invisible y muda noche. Pensando en su sereno paroxismo. Sintiendo y asistiendo amargamente impávido a aquella dulce inflamación. Dubitativamente seguro, trataba de disuadir su convencimiento acerca ese sentimiento. Pues por mucho que pensara distraídamente acerca de ello, solo conseguía sentirse lleno de vacío. 
Pensaba en su terrible belleza (de ella). En su ignorante astucia. Su simple sutileza. Y la imaginaba, dejando escapar una media sonrisa, andando con su graciosa torpeza. No obstante, permanecía pavorosamente osado a aceptar su secreto revelado. Mientras aquella callada música sin palabras gritaba los últimos compases, balada sin letra, él recordó parte de una de las estrofas de la versión cantada, que decía:
"No hay nada que pueda dañarte en la noche solitaria
Iré hacia ti y te mantendré a salvo y caliente
Es tan fuerte mi amor"

El oxímoron, juego entre opuestos, metáfora de las paradojas mundanas del amor, es una figura retórica aparecida y utilizada en la literatura desde la Antigua Grecia. Heráclito la utilizó y popularizó. 
Paradojas de la vida, el nombre de ella -el oscuro objeto del deseo y del amor en esta historia- también deriva de la Antigua Grecia, y en griego antiguo su nombre significa princesa. Además, al igual que Heráclito, que fue de Éfeso -actual Turquía-, "princesa" dio nombre a una ciudad en Capadocia -también Turquía, actualmente-. 

Y es que no hay nada más contradictorio en el amor que sentir la cercana lejanía, la desangelada calidez de la distancia, la sensata embriaguez de la ilusión o la paciente excitación de la esperanza.