31 de enero de 2013

La duda de la soledad

Recuerda, nunca caminarás solo por el largo camino de la vida.

Así terminaba aquella misiva. Y ahí estaba de nuevo, recordándola, releyéndola, solo... en su habitación. Pero a ver, ¿acaso podría él, justamente él, quejarse de soledad? Absolutamente no. Nunca en ningún sitio se había sentido solo, desamparado, extraño, desatendido. Siempre había gozado de buenas compañías, y alguna vez él había sido, tal vez, una buena compañía para alguien, alguien que se encontraba, sí, solo. 

Recuerda, aún con la carta en la mano y aquella última afirmación retumbando en la mente, como ha sido él, históricamente, a quien le ha gustado siempre la soledad, la tranquilidad y el sosiego del individuo, la reclusión en su hogar, en sí mismo. Ha sabido compaginar y disfrutar -o eso cree- esos maravillosos momentos con esa maravillosa gente, y aquellos momentos de soledad. Aquella magnifica sensación de libertad, de no necesitar nadie, y prácticamente nada para sentirse cómodo, divertido, relajado, seguro, entretenido, aprendiendo...

Y no es que ahora se sintiera solo por primera vez en su vida. O que necesitara la aprobación continua como individuo por parte de sus congéneres -le aburre semejante juego de las apariencias-, pero realmente  siente, se percata, tal vez empiece a comprender, que aquel simpático y condescendiente final de aquella bonita carta, no sea exacto del todo. Tal vez no lleve con ella una verdad particular, intrínseca. Probablemente nunca camine realmente solo. Quizá sea verdaderamente largo el camino de la vida. Incluso, por qué no, puede que hasta sea cierto que nunca llegue a caminar solo en la vida... pero, ya casi se empezaba a percatar, que los caminos de la vida -largos, cortos, en soledad o con la más apetecible de las compañías- son individuales. Por mucho que nos adhiramos, que creamos, que ansiemos, formar parte de otras vidas, nuestros caminos son sencilla y terriblemente individuales. Cada individuo recorre el suyo. Podrá ir en paralelo a otros, se irá encontrando asiduamente con los caminos de otras personas, pero en su largo recorrido, viviremos estrictamente nuestro camino, sin salirnos de él. 

Así pues, tus elecciones, tus actos, el tiempo que inviertas y en qué lo inviertas, revertirá directamente en tu camino, en qué dirección seguirás, y por supuesto, con qué caminos, con qué personas te encontrarás y con qué asiduidad. 

El tiempo pasa. Las mentalidades mutan. Las personas cambian. Las circunstancias acompañan el tiempo, y ayudan e influyen en esos cambios. Mientras tanto, allí en la habitación, con la carta aún en la mano, sigue él, reflexionando todo esto, pues, quizá... ahora lo entienda. Puede que, tal vez, se sienta circunstancialmente solo. Y no es que haya perdido amigos -todo lo contrario- pero desde aquella habitación, él ve, imagina, intuye los caminos de todos ellos. Y aunque si se da la vuelta lo divisa claramente, cuando mira al frente... no logra ver con claridad el suyo.