Justo un día como hoy, el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas (O.N.U.) decide dividir Palestina en dos Estados; uno árabe y otro judío.
La ambigüedad y problemática entre ambos Estados, el palestino (que no necesariamente árabe, aunque minoría, hay palestinos cristianos, que tampoco judíos) y el judío ha vertido ríos de tinta. Pero me gustaría, esta vez, no partir del '47, ni del '48 con la declaración de independencia de Israel, sino contextualizar y averiguar como se llega a la resolución tomada por la O.N.U en ese 29 de noviembre de 1947.
En esa fecha, Palestina está bajo el Mandato Británico en Palestina. Desde el 1917, durante la I Guerra Mundial hasta el 1948 el Reino Unido es el encargado de la gestión territorial en la zona, englobando los territorios actuales Palestinos, Israel y Jordania. La decisión de la O.N.U. de 1947 obedece a la expiración del Mandato y la consiguiente desvinculación del Reino Unido de la gestión administrativa de la zona.
En el contexto de la I Guerra Mundial, el Reino Unido y la III República de Francia firman unos acuerdos secretos (Acuerdo Sykes-Picot) definiendo y repartiendo los territorios del próximo oriente. Estos territorios serían arrebatados al Imperio otomano, y para ello, la Triple Entente (Reino Unido, Francia, Rusia) decide promover y apoyar revueltas y rebeliones árabes contra el Imperio otomano. Es conocido en este episodio la figura de Lawrence de Arabia, cuyo papel fue precisamente ese, de enlace entre el Reino unido y los rebeldes árabes para derrocar desde dentro el Imperio. También la correspondencia entre McMahon (un alto comisario británico en El Cairo) y Husayn ibn Ali (Jerife de la Meca). A cambio, el Reino Unido reconocía un gran Estado Árabe aceptando las fronteras y límites propuestos por el Jerife de la Meca. El problema viene el noviembre del 1917, con la Declaración Balfour, incorporada posteriormente al Tratado de Sevrès (1920), donde el gobierno británico acepta y apoya la creación de un "hogar" judío en Palestina. En dicho tratado, se estipulaba la partición del Imperio otomano en base a los acuerdos secretos alcanzados por las partes aliadas (así, en el mismo Tratado, se aúnan las promesas hechas al Jerife Husayn de la creación de un Estado árabe como el reconocimiento y apoyo de la creación de una patria judía en Palestina). El problema fue que estado firmado, nunca fue ratificado por las partes. Caído el Imperio otomano y debido a la repartición, Grecia ocupó Esmirna y parte occidental de Anatolia. Un fuerte sentimiento nacionalista liderado por Mustafa Kemal comienza lo que sería la Guerra de independencia turca (1919-1923), intentando recuperar la unidad de Anatolia ante el "expolio Griego" en la costa del Egeo (a consecuencia del Tratado de Sevrès) y la creación de un Estado armenio independiente y la autonomía del kurdistán. Tras la lucha de ambiciones entre los aliados por hacerse con los territorios en la zona del próximo oriente y el estallo de la Guerra de independencia Turca, deja los acuerdos del Tratado de Sevrès en papel mojado, y no es hasta el 1923, con la firma del Tratado de Lausana cuando se establece la partición definitiva del antiguo Imperio otomano.
Durante el periodo entreguerras, la inestabilidad en Europa, la crisis económica de los años 30, la Alemania nazi y el afecto llamada de la Declaración Balfour provoca una creciente migración de judíos a Palestina (también a EEUU), así como la creación de la Agencia Nacional Judía. El movimiento sionista cobra una fuerza mayor, real y activa en la zona. Grupos terroristas judíos presionan en la zona de oriente próximo a las autoridades británicas, mientras a nivel institucional el movimiento sionista exige la partición de Palestina y la creación de un Estado judío, la vieja aspiración sionista de Theodor Herlz "un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo". Esto desencadena en el famoso Sábado Negro (1946) donde las autoridades británicas del Mandato llegan a detener unas 2700 personas, miembros algunos de ellos de grupos paramilitares y terroristas "de liberación del Estado judío", y otros eran miembros de la Agencia Nacional Judía. Con el vacío de poder generado por las detenciones provoca que la sionista Golda Meir se haga cargo del Departamento de Estado dentro de la Agencia Judía. Su excelente inglés la lleva a ser la mano derecha de Ben-Gurión y principal activo en las negociaciones con las autoridades británicas. El desborde y la incapacidad de gestionar el terrorismo paramilitar sionista, junto con la retirada de Gran Bretaña de la zona, provoca que el 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas divide Palestina en dos Estados; uno árabe y otro judío. En 1948 David Ben-Gurión leyó la declaración de independencia del Estado de Israel, el rechazo del mundo árabe al nuevo contexto político provocó que siete Estados árabes (Arabia Saudí, Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Siria, Yemen) atacaran a Israel.
Este nuevo Estado de Israel no fue solo un proyecto nacional, sino también moral e incluso histórico, aglutinando de nuevo a los judíos en "su patria" después de la diáspora. Quizá el inconveniente, es que esa tierra, al contrario de lo que predicaba Herlz no estaba vacía ni desocupada.
En la declaración de independencia leída por David Ben-Gurión decía "El Estado de Israel asegurará la más completa igualdad social y política a todos sus habitantes sin distinción de religión, raza o sexo". Huelga decir que eso desgraciadamente no se ha llevado a cabo. Jamás se respetó durante estos años esta premisa. Los asentamientos de Israel, que se han ido expandiendo de forma colonialista a través de los años (como se aprecia en la foto/mapa de este artículo) han supuesto un flujo migratorio palestino, una diáspora árabe (aunque una minoría palestina es cristiana), obligados a irse a otras zonas como Siria, Jordania, Irak o Irán (o decidir viviendo de forma marginada y como ciudadanos de segunda en lo que un día fue su casa). Además, de forma derivada han surgido otros problemas, pues la mayoría árabe palestina son de la facción suní, mientras que otras facciones árabes más integristas en la zona son chiíes. La convivencia entre ellos tampoco ha sido fácil ni llevadera, puesto que están enfrentados en muchos casos. Así pues, Israel con su actitud desde el '48, ha ido provocando estos flujos de migración (vivimos en el momento histórico con más desplazados por conflictos que existe, "sin haber guerras" de forma explícita) ocupando unos terrenos que no eran suyos, y potenciando tensiones entre diferentes grupos árabes entre sí (como ya sucediera con otro problema derivado de la I Guerra Mundial, y todavía vigente en la actualidad, el kurdistán, sobretodo en su vertiente turca).