Una mañana cualquiera marchaba el lince Ramón a almorzar a la charca rosa. Como de costumbre iba solo. Era sigiloso, pasaba desapercibido para el resto de animales del bosque. Era ágil y, como añadiría el bueno de Kiko Veneno "tiene mucha vista y es gran velocista, y a pesar de todo está en peligro de extinción". De camino, nuestro amigo se cruzó con el lobo López. Animal también solitario, como Ramón, astuto y al que también le gusta pasar desapercibido. El lince se quedó mirando por un instante al lobo, que pronto lo tranquilizó.
L.L- Tranquilo amigo, soy un lobo bueno.
Tras un primer instante de duda, los dos nuevos amigos decidieron compartir destinos por aquella mañana, y se fueron a almorzar juntos. Pronto cogieron confianza y empezaron a intercambiar opiniones.
L.R- Cuanto tiempo lobo ¿que has estado haciendo?
L.L- Nada en especial, todo sigue igual...
Todo seguía igual... ambas especies seguían en peligro de extinción. Y es que ninguna de sus virtudes y aptitudes les servia para nada más que existir, eso sí, sin desistir.
L.R- Ya me lo olía yo, por mis bigotes...
Ambos se continuaron lamentando por su situación. Eran animales solitarios, individuos perdidos entre la multiculturalidad del bosque. Nadie comprendía ni conocía el bosque como ellos... pero ellos sufrían, sufrían la sociedad (lejos del concepto de camada, camadería) sufrían el hombre, la humanidad, su impacto... y es que desde Hobbes, el hombre ha sido el único lobo para el hombre. Extraña sensación tenían el lince Ramón y lobo López de que el mismo que había causado su crítica situación era el que ahora usaba "presumidos presupuestos e infraestructuras para su conservación". Extraña sensación tenían de su llamada "libertad"... -"esto ya no es lo que era"- decía el lince. Ahora vivían en una cautividad controlada, falsa. "Nunca han estado tan protegidos ni se ha acumulado tanto esfuerzo para ellos" (dice la sociedad, o quienes hablan por ella). La seguridad es algo ansiado en "la primera sociedad", pero en la segunda y la tercera... y más allá de ellas, la libertad clama al cielo. Clama al cielo que una parte ínfima de la llamada sociedad controle la gran mayoría de la sociedad mundial, sus recursos, y los recursos de Pachamama (madre tierra; como la conocen los indios e indígenas exterminados, apartados en reservas o posteriormente incorporados a "la civilización").
Ese día, de esa conversación, nació el sindicalismo, la asociación de individuos contra el poder fáctico que intenta vulnerar o alterar el poder gubernamental. Y sobre todo nació la unión de individuos, en una nueva sociedad u orden, contra quienes intentan y fuerzan sumir esta en individuos distraídos, uniformizados y testigos impasibles de una realidad global.
El lince Ramón y el lobo López salieron de sus canciones, se resistieron a subsistir y a desistir... y así dieron la nota, y la campanada.
P.D- Dedicada a Kiko Veneno que tantas historias y letras "de fábula" nos ha brindado, en honor a Federico Mayor Zaragoza que tan "fabulosas" palabras nos ha dedicado y en memoria de José Vidal Beneyto que tan "fabuloso" legado nos ha regalado.
L.L- Tranquilo amigo, soy un lobo bueno.
Tras un primer instante de duda, los dos nuevos amigos decidieron compartir destinos por aquella mañana, y se fueron a almorzar juntos. Pronto cogieron confianza y empezaron a intercambiar opiniones.
L.R- Cuanto tiempo lobo ¿que has estado haciendo?
L.L- Nada en especial, todo sigue igual...
Todo seguía igual... ambas especies seguían en peligro de extinción. Y es que ninguna de sus virtudes y aptitudes les servia para nada más que existir, eso sí, sin desistir.
L.R- Ya me lo olía yo, por mis bigotes...
Ambos se continuaron lamentando por su situación. Eran animales solitarios, individuos perdidos entre la multiculturalidad del bosque. Nadie comprendía ni conocía el bosque como ellos... pero ellos sufrían, sufrían la sociedad (lejos del concepto de camada, camadería) sufrían el hombre, la humanidad, su impacto... y es que desde Hobbes, el hombre ha sido el único lobo para el hombre. Extraña sensación tenían el lince Ramón y lobo López de que el mismo que había causado su crítica situación era el que ahora usaba "presumidos presupuestos e infraestructuras para su conservación". Extraña sensación tenían de su llamada "libertad"... -"esto ya no es lo que era"- decía el lince. Ahora vivían en una cautividad controlada, falsa. "Nunca han estado tan protegidos ni se ha acumulado tanto esfuerzo para ellos" (dice la sociedad, o quienes hablan por ella). La seguridad es algo ansiado en "la primera sociedad", pero en la segunda y la tercera... y más allá de ellas, la libertad clama al cielo. Clama al cielo que una parte ínfima de la llamada sociedad controle la gran mayoría de la sociedad mundial, sus recursos, y los recursos de Pachamama (madre tierra; como la conocen los indios e indígenas exterminados, apartados en reservas o posteriormente incorporados a "la civilización").
Ese día, de esa conversación, nació el sindicalismo, la asociación de individuos contra el poder fáctico que intenta vulnerar o alterar el poder gubernamental. Y sobre todo nació la unión de individuos, en una nueva sociedad u orden, contra quienes intentan y fuerzan sumir esta en individuos distraídos, uniformizados y testigos impasibles de una realidad global.
El lince Ramón y el lobo López salieron de sus canciones, se resistieron a subsistir y a desistir... y así dieron la nota, y la campanada.
P.D- Dedicada a Kiko Veneno que tantas historias y letras "de fábula" nos ha brindado, en honor a Federico Mayor Zaragoza que tan "fabulosas" palabras nos ha dedicado y en memoria de José Vidal Beneyto que tan "fabuloso" legado nos ha regalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario