Amancio era un joven preocupado por su futuro, concienciado, implicado en su entorno, consecuente y responsable. No es poca cosa, pues por su edad, siempre había sido considerado como un ser inmaduro, inconsciente, voluble... era curioso, pues esos rasgos no eran, desde su punto de vista, menos atribuibles a muchos adultos (o así considerados) con los que había tratado.
Mientras pensaba en temas transcendentales le gustaba escuchar música. Recordaba aquel bonito tema de aquella película que tanto le gustó, de Hayao Miyazaki. Recordaba sus personajes, la historia... donde muchos vieron una película de animación divertida, él vio como se hacía referencia en ella a temas como el valor o el destino, y aún hoy recuerda como se sintió identificado con uno de sus protagonistas, Howl, dueño de su destino a pesar de lo que las convenciones sociales de su entorno le requerían.
Esta era una de las frustraciones de Amancio. Las convenciones sociales, como actúa la gente, y la diferencia entre como dicen actuar y como actúan y se comportan realmente. La incoherencia e inconsecuencia de la mayoría de actos, de como se dicen unas cosas mientras se hacen otras sin el más mínimo remordimiento. La poca implicación real en superar retos, problemas, conflictos... pues eso genera stress, sufrimiento... y ya lo dijo el gran Oscar Wilde en su libro El alma del hombre moderno bajo el socialismo: "es mucho más fácil tener simpatía por el sufrimiento que tener simpatía con el pensamiento". Y aquí es cuando racionalmente Amancio no alcanza a entender el comportamiento humano, que desemboca en un débil, crítico y sarcástico brote de misantropía alimentado en este caso por Friedrich Nietzsche "¿Que es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa" (Así habló Zarathustra).
El hombre: capaz de "robar" con una mano y regalar parte con la otra, a modo de redención; capaz de denunciar y pedir perdón por ello al mismo tiempo; capaz de estar orgulloso con algo de lo que se arrepiente; que exige sus derechos cuando se vulneran y que los vulnera cuando se establecen; el que alimenta el problema mientras con sus parches recibe la catarsis de al menos haberlo intentado; el que mama moralidad y comportamientos éticos y cívicos mientras defeca hipocresía y cinismo; el que dice actuar de una forma mientras lo hace de otra, con total tranquilidad y sin el menor sentimiento de culpa... en definitiva, la contradicción hecha persona. La incapacidad de ser justos y equitativos. La capacidad de ser interesados y cobardes. Víctimas de los derechos individuales en un mundo global, de las contradicciones semánticas que definen nuestra sociedad actual.
Mientras tanto, nuestro joven Amancio asiste triste a este espectáculo mietnras recuerda irónicamente la letra de una canción, que reza "lo mal que estamos, pero que bien que lo pasamos".
Mientras pensaba en temas transcendentales le gustaba escuchar música. Recordaba aquel bonito tema de aquella película que tanto le gustó, de Hayao Miyazaki. Recordaba sus personajes, la historia... donde muchos vieron una película de animación divertida, él vio como se hacía referencia en ella a temas como el valor o el destino, y aún hoy recuerda como se sintió identificado con uno de sus protagonistas, Howl, dueño de su destino a pesar de lo que las convenciones sociales de su entorno le requerían.
Esta era una de las frustraciones de Amancio. Las convenciones sociales, como actúa la gente, y la diferencia entre como dicen actuar y como actúan y se comportan realmente. La incoherencia e inconsecuencia de la mayoría de actos, de como se dicen unas cosas mientras se hacen otras sin el más mínimo remordimiento. La poca implicación real en superar retos, problemas, conflictos... pues eso genera stress, sufrimiento... y ya lo dijo el gran Oscar Wilde en su libro El alma del hombre moderno bajo el socialismo: "es mucho más fácil tener simpatía por el sufrimiento que tener simpatía con el pensamiento". Y aquí es cuando racionalmente Amancio no alcanza a entender el comportamiento humano, que desemboca en un débil, crítico y sarcástico brote de misantropía alimentado en este caso por Friedrich Nietzsche "¿Que es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa" (Así habló Zarathustra).
El hombre: capaz de "robar" con una mano y regalar parte con la otra, a modo de redención; capaz de denunciar y pedir perdón por ello al mismo tiempo; capaz de estar orgulloso con algo de lo que se arrepiente; que exige sus derechos cuando se vulneran y que los vulnera cuando se establecen; el que alimenta el problema mientras con sus parches recibe la catarsis de al menos haberlo intentado; el que mama moralidad y comportamientos éticos y cívicos mientras defeca hipocresía y cinismo; el que dice actuar de una forma mientras lo hace de otra, con total tranquilidad y sin el menor sentimiento de culpa... en definitiva, la contradicción hecha persona. La incapacidad de ser justos y equitativos. La capacidad de ser interesados y cobardes. Víctimas de los derechos individuales en un mundo global, de las contradicciones semánticas que definen nuestra sociedad actual.
Mientras tanto, nuestro joven Amancio asiste triste a este espectáculo mietnras recuerda irónicamente la letra de una canción, que reza "lo mal que estamos, pero que bien que lo pasamos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario