17 de octubre de 1989, San Francisco, EEUU. Un chico escribía desde su habitación la enésima misiva a su amada. Era aún temprano, pero el sueño era imposible para nuestro amigo. La cálida luz de la mañana entraba por la ventana. A pesar del nefasto éxito de sus anteriores cartas (pues nunca su amada contestó a una sola) una media sonrisa se dibujaba en la cara de él. Mientras escribía sus simpáticas palabras de amor y fascinación por la otra persona, los acordes y las palabras de Manha de Carnaval de Luiz Bonfá parecían inspirar aquel mensaje, y volver más cálido -si cabía- el ambiente.
Dos días después, desde el otro lado de la ciudad, una hermosa chica morena, pelo corto y con grandes ojos color de miel leía con tristeza la carta. La Fantasía Impromptu de Chopin sonaba, y el frenesí de notas aumentaba el desasosiego que sentía. Nunca estuvo convencida de lo que sentía por aquel joven, o quizá, y quizá, eso era porque tampoco "podía" o "debía" sentir nada. Nunca dio rienda suelta a sus pensamientos, nunca entró en el juego, y quizá ahora sentía que le gustaba el juego. Nunca le contestó, ni le dijo que le parecía, si es que le podía parecer algo. A esta definitiva carta le hubiera contestado. Pero ya era tarde. No le contestó. Y por siempre y para siempre el chico no recibió nunca una respuesta.
Nunca hubo un qué, un por qué, un cuando, ni como... solo una ilusión, sentimientos genuinos e incondicionales más fuertes que la determinación y la voluntad de ella. Todo a cambio de nada. Y nunca buscó nada, pues nunca cesó en su empeño de escribirle aquello que sentía, y pensaba que ella merecía saber, en un inocente juego de sinceridad y condescendencia, en el cual el viento siempre soplaba en la misma dirección.
Aquel 17 de Octubre de 1989, San Francisco fue arrasado por un terremoto 7'1 en la escala de Richter. Nuestro joven enamorado, perdió la vida aquel día, junto unos tres centenares más de personas. Curiosamente, la música de Luiz Bonfá le daba la vida cada mañana, incluido aquella de aquel fatídico día. Bonfá nació un 17 de Octubre, pero de 1922. También Chopin murió, en este caso, un 17 de Octubre de 1849. Como murió aquel 17 de Octubre en San Francisco la esperanza para los dos jóvenes.
Un sentimiento de culpa ahogado oprimía el pecho de aquella chica. Con la carta en la mano, y con Chopin aún sonando, su actitud por alevosa connivencia pasiva la declaraba culpable. No podía perdonarse leer aquellas bonitas palabras muertas en una hoja. Muertas como la vitalidad, pasión e ilusión del chico, que murieron con el terremoto. El Ave Fénix hecha cenizas.
Y allí en esa hoja, se leía:
Mañana, tan bonita mañana
la vida, una nueva canción
cantando solo tus ojos
tu risa, tus manos
para que haya un día
en que vendrás.
Las cuerdas de mi guitarra
que solo tu amor buscan
viene una voz
hablando de los besos perdidos
en tus labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario