2 de noviembre de 2012

Historia de la esperanza

Luminosa y fría noche de invierno. La neblina acentúa la brillante luna. Es tarde. Alguien en un local apura su copa. Un edificio modernista, alto, espacioso, algo sobrio, decorado en un estilo colonial. Las mesas y las sillas recogidas bajo una tenue luz, parecen rodear y observar aquel pensativo hombre. Curiosa parsimonia. Bebe, apura más bien, su copa de licor. Mirada perdida. Entre espacios regulares de tiempo, acerca de nuevo la copa a sus labios, y sorbe un poco más. Parece que aquella copa va a durar toda la noche. Parece no terminar. Parece no querer terminar. Suave como un susurro, suena el tema Song of the black lizard

Allí, desde su mesa, piensa. El tranquilo y onírico ambiente, de soledad, no le resta lucidez. Ni siquiera debido a las altas horas de la noche en las que se encuentra. El mundo duerme. Todo transcurre poco a poco. Desesperadamente lento. Curiosa ironía. Piensa de nuevo. Levanta el vaso, y vuelve a dar un pequeño sorbo. La gente. Ellos piensan que él, va demasiado rápido. Deja el vaso de nuevo en la mesa. Piensan que por llamar a las cosas como son, describir lo que ve, contar lo que siente... todo ello es ir demasiado rápido. ¿Ya está? Toda una vida, un pensamiento, un sentimiento... descritos en una sola y simple frase. ¿Así de inmediata es la vida?. No, todo tiene que ser más complicado -se ve que piensan-. El vértigo a la autenticidad, a la fugacidad de las cosas. 

Pero allí está él. Y sabe, que en el fondo, para lo que vale la pena, lo que realmente ama, no existe el tiempo. Ni la prisa. Renuncia conscientemente a todo lo terrenal y carnal en pos de una paulatina esperanza. El tiempo existe para los que tienen horarios. Para los que duermen. Pero no para los que sueñan. Él está allí, en la mesa, bebiendo, sin importarle la hora, ni que hace, ni donde está. Mientras para todo el mundo el tiempo transcurre inexorablemente, marcando el pulso de la vida, él lo vive todo a "cámara lenta". 

Vuelve a dar un nuevo sorbo de licor. La gente hace ya horas terminó sus copas y se fueron todos a casa a dormir. Él, en cambio, allí sigue. Deposita de nuevo el vaso en la mesa. Todavía queda del misterioso elixir. Por el momento, allí seguirá. Sin moverse. Pero sin esperar (el que espera es porque cree que el tiempo le debe algo). Haciendo, sin que nadie vea que hace. Y, el tiempo dirá...

 






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