4 de enero de 2011

Ya vienen los Reyes (La Amenaza Fantasma)


Como no dijo Shakespeare: creer o no creer, esa es la cuestión.

¿La gente ha perdido la fe? ¿Cree en Dios?
Hay dos principios básicos que rigen el origen del mundo. Uno es el principio del retroceso infinito. La búsqueda de una primera causa que explique el origen de cualquier cosa, incluido el Universo, la vida... el problema, que no tiene fin, porque a cada respuesta le sigue la pregunta ¿y que había antes de eso? o ¿cual fue la causa primera?...¿como se creó el mundo?¿qué había antes de que se creara el mundo? en caso de encontrar respuesta... que había antes de ese "premundo"... ¿y antes de eso?... parece no haber explicación para tanto. Aquí entra la religión. Que mediante el segundo principio da respuesta a estas preguntas infinitas. Este segundo principio es la creación a partir de la nada (creatio ex nihilo). Esto es, de la nada, un Dios creador crea el mundo, la vida... siguiendo el retroceso infinito preguntaríamos ¿quién creó a Dios creador?, pero esto no será necesario, ya que la nada sirve, o eso dicen, de respuesta para este segundo principio sobre todo origen. Un ejemplo claro de este segundo principio lo protagonizó un conocido Mesías... ya en el siglo XX, que afirmó "antes de Elvis, no había nada" (John Lennon). Este es un buen ejemplo de creación a partir de la nada.
A partir de estas dos posturas, nacen, con matices, dos posturas contrapuestas que son representantes de todas las actitudes y acciones humanas frente la vida. Puede que sea inconsciente, y puede que involuntariamente no se sea consecuente con las creencias o la manera de pensar y la posterior manera de actuar, pero eso es un problema intelectual y de autoconocimiento. El segundo de los principios expuestos anteriormente, conduciría a un determinismo teológico (Spinoza, Edwards). Esto es, estaríamos sujetos a fuerzas externas (Dios, historia, la tradición)... que nos impedirían tener un verdadero control de nuestras vidas. Estaríamos condicionados, incluso predestinados a actuar de cierta manera. Frente a esto estaría el libre albedrío, no reñido con las leyes de la física, el azar o la probabilidad, pero aún así tendríamos como individuos control sobre nuestras vidas, control y poder de decisión inalienable a cada individuo.

Estos dos modelos contrapuestos son hoy motivo de lucha y de poder. Los creyentes contra los agnósticos. Los tradicionalistas contra los transgresores. Los continuistas contra los rompedores... y es que la Navidad aviva el desencuentro.
Se acerca la celebración de los Reyes Magos. Pero entre los creyentes, y sobretodo en el seno de la iglesia, hay gran malestar por el auge del pagano Santa Claus (o Papá Noel). Los tradicionalistas deterministas que no conciben otra realidad que la cristiana, haciendo gala del pecado capital más capital (la soberbia) y a su habitual e infinita intransigencia, maldicen el origen de este individuo "gordo con barba que antes era verde" y creado por Cocacola. Instalados en el principio de creación a partir de la nada, su antigüedad y veracidad es incontestable.
Los Reyes Magos no pueden satisfacer toda la demanda, y desde tiempos ancestrales Dios mismo delegó en los padres (pajes) para hacer de intermediarios en nombre de los Reyes Magos y de Dios. Cuando esta misión fuese descubierta por los hijos, estos contribuirían a la causa regalando a sus padres y perpetuando la tradición (y el concepto de familia) en nombre de Dios (esto reza una supuesta emotiva explicación católica de los reyes magos).

Y la vida sigue, mientras unos ven una tradición otros vemos una alegoría. Mientras unos ven el origen de una tradición otros tenemos un montón de preguntas sobre ello (y con respuesta). La creación a partir de la nada, el determinismo histórico y las tradiciones alimentan absurdas religiones, patrias y sentimientos de permanencia sin preguntarse ¿y que había antes de...?
Mientras la gente discute si regalar en nombre de Santa Claus o de los Reyes Magos, otros vemos la discusión de la nueva cruzada; "consumir en nombre de". Consume en el nombre de la iglesia y no en el de Cocacola, parecen gritar amargamente. Cuando se darán cuenta que dentro del mundo actual ellos ya no son la religión (son solo una excusa)... pues ese lugar lo ocupa el mercado. Y por su cuota de mercado luchan.

En el nombre del padre y del hijo... ¡a consumir!

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