27 de marzo de 2011

El triunfo de la voluntad


El triunfo de quien? La voluntad de qué?

Cuando Lenni Rienfenstal grabó el documental pro nazi “El Triunfo de la Voluntad”, pura propaganda de la raza aria, ni imaginó donde puede estar realmente el límite de la voluntad. La voluntad humana es algo difícil de interpretar. Y más difícil todavía es de clasificar. En base a qué y por qué motivación.

Las personas nos atendemos a hechos, a demostraciones. Al empirismo más evidente, y si puede ser el más sencillo. También atendemos a razones, racionalismo, a la reflexión y a la argumentación. El problema viene cuando la voluntad está basada en el volátil campo de las opiniones, las sensaciones y los sentimientos. Los individuos tendemos a autoconvencermos que aquello que creemos es “nuestra voluntad” está englobada dentro de las dos primeras premisas; el empirismo o el racionalismo. No obstante, por desgracia, en muchos casos esto no es ni por una casualidad así. Cantidad de veces no es más que la translación de nuestras filias y nuestras fobias a una determinada situación. Una translación inconsciente de nuestras limitaciones como individuos en forma de opinión, que no es otra cosa que el “yo creo que”, “a mi modo de ver”…

Los actos de fe son respetables, aunque cuando menos reprobables desde el punto de vista de la lógica demostrativa, donde se intenta establecer una causa-efecto, en la que mediante cierta distancia y perspectiva esta nos ayude a adoptar una posición. Cuando la voluntad está basada en el “yo creo que” se cae en el terrible error, no solo de no atenderse a preceptos más o menos objetivos, sino de defender con obcecación posturas que mediante el empirismo y/o el racionalismo caerían por ellas mismas.

Así pues no hay nada, independientemente de la naturaleza ideológica del individuo, más arbitrario y subjetivo que la voluntad, instalada en la personal visión de cada individuo y alimentada por los valores inconscientemente adquiridos por este a nivel ético y moral (entre otros que influyen en cada caso particular). Claro, muchos no quieren reconocerse ni identificarse en el espejo de las voluntades, casi tan temible como el de las vanidades, lugar donde luchan continuamente el dr. Jeckil y mr Hyde.

Seria maravilloso que más allá de nuestras limitaciones, nuestros prejuicios…conscientes de ello, al menos, tratásemos de ser receptivos y abiertos de mente, y no tristemente susceptivos dementes.

Mientras unos celebran el triunfo de la voluntad... otros tantos lamentan amargamente la tiranía que esta produce.

20 de marzo de 2011

Distancias


Nadie parece ponerse de acuerdo a la hora de clasificar la distancia existente entre personas/objetos/animales/cosas... nadie encuentra una vara de medir universal que sirva para aclarar la situación actualizada y exacta entre dos cuerpos. Cuando más intentamos "afinar" más lejos del resultado real parecemos estar.

Metros, millas, minutos, horas... miden la distancia "objetiva" entre diferentes entes, vivientes o no. Pero, ¿que hay de las distancias "subjetivas"? ¿Que distancia podemos establecer entre una persona y su amada? ¿Dependerá de si es correspondido o no? ¿Que distancia existe entre una ideología y otra contrapuesta? ¿Que distancia tiene que recorrer alguien para alcanzar un sueño?

La relación entre distancia y tiempo parece evidente ya a estas alturas. Al menos, como dijo Borges "Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo". Así pues, parece que la proximidad en el espacio-tiempo acorta la distancia entre cuerpos y viceversa. Pero en las distancias "subjetivas" nos encontramos con una nueva variable que nos desmonta de nuevo todas las premisas anteriores, y es el factor de la intensidad. Una distancia, más allá de su cercanía o lejanía espacio-temporal puede ser atenuada por un individuo por la intensidad con la que se participa emocionalmente. Esto significa que una distancia, aparentemente lejos o incluso inalcanzable puede resultar extrañamente cercana y factible, mediante la intensidad emocional que se deposite en superar esa distancia inicial. Aquí entra una nueva variable añadida al espacio y al tiempo, la esperanza (a la que podríamos circunscribir más: la ilusión, el empeño, la dedicación...). Esto complica bastante nuestra búsqueda para determinar como medir la distancia "subjetiva". Pero no desistan.

La solución nos la ofreció Julio Cortázar. En alguno de sus escritos geniales, el bueno de Cortázar estableció la línea de medición de las distancias "subjetivas" en base a la esperanza depositada por la gente en ellas. Para el escritor Argentino existen los años luz, una manera de medir una distancia suficientemente lejana, pero con la certeza de saber que aunque remota, es posible que la distancia pueda ser recorrida con total satisfacción llegado el momento. Otra cosa son los años tortuga. Los años tortuga pueden parecer lentos en un principio, pero pronto te das cuenta que su avance es regular y continuo, en un medio plazo es factible recorrer la distancia inicial. Pasan antes que los años luz. Más que una cuestión de esperanza, es una cuestión de paciencia cuando se habla de años tortuga. Por último están los años caracol. Así como los años luz son todos iguales, esto no sucede con los años caracol. Estos son irregulares, se encuentran muchos obstáculos, y así como los otros a parte de la esperanza, la paciencia... detrás está la certeza de recorrer al fin la distancia, los años caracol se utilizan solo "cuando se quiere llegar al término de una paulatina esperanza". Esto es, establecer una distancia con otro cuerpo sabiendo de antemano que esa distancia inicial, aunque reducida, nunca será lo suficientemente corta como para decir que se ha recorrido en su totalidad. Así como las otras albergan certeza y consecución, esta medida solo alberga la esperanza, no alcanzada ni realizada, no consumada.

Quizá añadiríamos los años liebre, aquella distancia rápidamente recorrida satisfactoriamente dejando la esperanza en un mero instrumento inicial del impulso motor.

15 de marzo de 2011

Lo mal que estamos, pero que bien que lo pasamos

http://www.youtube.com/watch?v=u8J68cPXhX4

Amancio era un joven preocupado por su futuro, concienciado, implicado en su entorno, consecuente y responsable. No es poca cosa, pues por su edad, siempre había sido considerado como un ser inmaduro, inconsciente, voluble... era curioso, pues esos rasgos no eran, desde su punto de vista, menos atribuibles a muchos adultos (o así considerados) con los que había tratado.
Mientras pensaba en temas transcendentales le gustaba escuchar música. Recordaba aquel bonito tema de aquella película que tanto le gustó, de Hayao Miyazaki. Recordaba sus personajes, la historia... donde muchos vieron una película de animación divertida, él vio como se hacía referencia en ella a temas como el valor o el destino, y aún hoy recuerda como se sintió identificado con uno de sus protagonistas, Howl, dueño de su destino a pesar de lo que las convenciones sociales de su entorno le requerían.
Esta era una de las frustraciones de Amancio. Las convenciones sociales, como actúa la gente, y la diferencia entre como dicen actuar y como actúan y se comportan realmente. La incoherencia e inconsecuencia de la mayoría de actos, de como se dicen unas cosas mientras se hacen otras sin el más mínimo remordimiento. La poca implicación real en superar retos, problemas, conflictos... pues eso genera stress, sufrimiento... y ya lo dijo el gran Oscar Wilde en su libro El alma del hombre moderno bajo el socialismo: "es mucho más fácil tener simpatía por el sufrimiento que tener simpatía con el pensamiento". Y aquí es cuando racionalmente Amancio no alcanza a entender el comportamiento humano, que desemboca en un débil, crítico y sarcástico brote de misantropía alimentado en este caso por Friedrich Nietzsche "¿Que es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa" (Así habló Zarathustra).
El hombre: capaz de "robar" con una mano y regalar parte con la otra, a modo de redención; capaz de denunciar y pedir perdón por ello al mismo tiempo; capaz de estar orgulloso con algo de lo que se arrepiente; que exige sus derechos cuando se vulneran y que los vulnera cuando se establecen; el que alimenta el problema mientras con sus parches recibe la catarsis de al menos haberlo intentado; el que mama moralidad y comportamientos éticos y cívicos mientras defeca hipocresía y cinismo; el que dice actuar de una forma mientras lo hace de otra, con total tranquilidad y sin el menor sentimiento de culpa... en definitiva, la contradicción hecha persona. La incapacidad de ser justos y equitativos. La capacidad de ser interesados y cobardes. Víctimas de los derechos individuales en un mundo global, de las contradicciones semánticas que definen nuestra sociedad actual.

Mientras tanto, nuestro joven Amancio asiste triste a este espectáculo mietnras recuerda irónicamente la letra de una canción, que reza "lo mal que estamos, pero que bien que lo pasamos".