20 de marzo de 2011

Distancias


Nadie parece ponerse de acuerdo a la hora de clasificar la distancia existente entre personas/objetos/animales/cosas... nadie encuentra una vara de medir universal que sirva para aclarar la situación actualizada y exacta entre dos cuerpos. Cuando más intentamos "afinar" más lejos del resultado real parecemos estar.

Metros, millas, minutos, horas... miden la distancia "objetiva" entre diferentes entes, vivientes o no. Pero, ¿que hay de las distancias "subjetivas"? ¿Que distancia podemos establecer entre una persona y su amada? ¿Dependerá de si es correspondido o no? ¿Que distancia existe entre una ideología y otra contrapuesta? ¿Que distancia tiene que recorrer alguien para alcanzar un sueño?

La relación entre distancia y tiempo parece evidente ya a estas alturas. Al menos, como dijo Borges "Antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo". Así pues, parece que la proximidad en el espacio-tiempo acorta la distancia entre cuerpos y viceversa. Pero en las distancias "subjetivas" nos encontramos con una nueva variable que nos desmonta de nuevo todas las premisas anteriores, y es el factor de la intensidad. Una distancia, más allá de su cercanía o lejanía espacio-temporal puede ser atenuada por un individuo por la intensidad con la que se participa emocionalmente. Esto significa que una distancia, aparentemente lejos o incluso inalcanzable puede resultar extrañamente cercana y factible, mediante la intensidad emocional que se deposite en superar esa distancia inicial. Aquí entra una nueva variable añadida al espacio y al tiempo, la esperanza (a la que podríamos circunscribir más: la ilusión, el empeño, la dedicación...). Esto complica bastante nuestra búsqueda para determinar como medir la distancia "subjetiva". Pero no desistan.

La solución nos la ofreció Julio Cortázar. En alguno de sus escritos geniales, el bueno de Cortázar estableció la línea de medición de las distancias "subjetivas" en base a la esperanza depositada por la gente en ellas. Para el escritor Argentino existen los años luz, una manera de medir una distancia suficientemente lejana, pero con la certeza de saber que aunque remota, es posible que la distancia pueda ser recorrida con total satisfacción llegado el momento. Otra cosa son los años tortuga. Los años tortuga pueden parecer lentos en un principio, pero pronto te das cuenta que su avance es regular y continuo, en un medio plazo es factible recorrer la distancia inicial. Pasan antes que los años luz. Más que una cuestión de esperanza, es una cuestión de paciencia cuando se habla de años tortuga. Por último están los años caracol. Así como los años luz son todos iguales, esto no sucede con los años caracol. Estos son irregulares, se encuentran muchos obstáculos, y así como los otros a parte de la esperanza, la paciencia... detrás está la certeza de recorrer al fin la distancia, los años caracol se utilizan solo "cuando se quiere llegar al término de una paulatina esperanza". Esto es, establecer una distancia con otro cuerpo sabiendo de antemano que esa distancia inicial, aunque reducida, nunca será lo suficientemente corta como para decir que se ha recorrido en su totalidad. Así como las otras albergan certeza y consecución, esta medida solo alberga la esperanza, no alcanzada ni realizada, no consumada.

Quizá añadiríamos los años liebre, aquella distancia rápidamente recorrida satisfactoriamente dejando la esperanza en un mero instrumento inicial del impulso motor.

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