25 de febrero de 2011

Decálogo II

2. No tomarás el nombre de Dios en vano

Este es el segundo buen precepto para todo buen creyente, que además desee ser tenido en cuenta por el Salvador el día del Juicio Final.

Seria absurdo intentar contabilizar todos aquellos que usaron "incorrectamente", usan y usarán el nombre de Dios en vano. A fin de cuentas, las injurias al Todopoderoso son formuladas por ateos insensibles y gente de moral laxa. De todos modos, aquellos de vida recta y canónica, que no sufran, pues estos obtendrán ya su merecido en vida, pues un ateo no tiene a quien gritarle en pleno orgasmo.

Más allá de las pequeñeces tratadas en torno a este tema, la historia está llena de verdaderos insultos a este segundo y básico precepto moralizante. Cuantos reyes, caudillos, dictadores... han decidido y justificado actuar "por la gracia de Dios". Cuanta injusticia se ha practicado en la historia de la humanidad con la ley divina en mano. No solo me acuerdo de monarquías decimonónicas, regímenes feudales, la Santa Inquisición, dictadores del siglo XX... sino algunos de los más recientes e "inspirados" líderes políticos del siglo XXI que aseguraron "hablar con Dios todas las mañanas" legitimando así sus acciones despóticas e imperialistas. Hablo del fundamentalismo islámico, que en nombre divino justifica tantos actos reprobables. Pero también hablo de EEUU, y sus cruzadas contra el "enemigo" del Dios de su presidente. Y hablo de Israel, que en nombre de su religión, poniendo de excusa la historia bíblica y aludiendo a una falsa pertenencia de unas tierras que el Altísimo dicen les legó, practican continuamente terrorismo de Estado contra el pueblo Palestino.

Estos actos no solo han quedado impunes a lo largo de la historia, sino que además, los han perpretado aquellos, a priori, garantes y más fervientes seguidores de estas leyes. Por esto, si realmente la justicia Divina existiera (cosa que dudo) y el Decálogo es la verdadera ley, toda esta gente que utiliza el nombre de Dios con intereses corporativistas, personales, egoístas, económicos, imperialistas... además de ser castigados para toda la eternidad (para los que creen en ella) deberían pagar por la justicia ordinaria por su falta de ética, de moralidad, sentido común, decencia y dignidad humana en todos sus actos y decisiones adoptadas tomando el nombre de Dios en vano, que no son pocas, irrelevantes ni intranscendentes.

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